Mario Benedetti
El amnésico y el
olvidador
Hay una diferencia sustancial entre el amnésico y el olvidador,
y entre éste y el olvidadizo, que es apenas un precandidato a
olvidador. El amnésico ha sufrido una am-putación (a veces traumática) del
pasado; el olvidador se lo amputa voluntariamente, como esos reclutas que se
seccionan un dedo para ser eximidos del servicio militar. El olvidador no
olvida porque sí, sino por algo, que puede ser culpa o disculpa, pretexto o
mala conciencia, pero que siem-pre es evasión, huida, escape de la
responsabilidad.
No obstante, el olvidador nunca logra su objetivo, que es
encerrar el pasado (cual si se tratara de desechos nu-cleares) en un espacio
inviolable. El pasado siempre en-cuentra un modo de abrir la tapa del cofre y
asomar su rostro. El amnésico hace a menudo denodados esfuerzos para recuperar
su pasado, y a veces lo consigue; el ol-vidador hace esfuerzos, igualmente
denodados, por des-prenderse del mismo, pero sólo cosecha frustración, ya que
nunca logra el pleno olvido. El pasado siempre alcan-za a quien reniega de él
(así se trate del mismísimo Macbeth), ya sea infiltrándose en signos o en
gestos, en canciones o en pesadillas. Los pueblos nunca son amnésicos. Amnistía
no es amnesia. La tradición es un recurso de la memoria colectiva, pero también
hay otros, menos inofensivos. Tampoco los gobiernos son amnésicos, aunque a
veces intentan ser olvidadores. Curiosamente, su forma de olvidar suele ser
proselitista, ya que su obje-tivo es que los demás también olviden. Siempre es
un mal síntoma cuando un gobernante intenta basar su poder en el olvido colectivo.
Por lo general, es entonces cuando propone empezar desde cero, como si eso
fuera posible. Lo cierto es que esa frase tiene para él un encanto particular. Hay que prohibirse
mirar hacia atrás; hay que mirar siempre hacia adelante, no tener “ojos en la
nuca”.
Es obvio que se trata de una metáfora oficial,
burocrá-tica, pero en el subsuelo de cada metáfora siempre yace un sentido
recóndito. El significado superficial es que no cultivemos el rencor ni la
venganza. Bravo. El significado recóndito es que renunciemos a ser justos: que
el sentido de la justicia desaparezca junto con los desaparecidos. De todo el
legado de los Evangelios, sólo rescatan aquello de poner la otra mejilla, y en
consecuencia preparan minu-ciosamente la segunda bofetada. Sin embargo, ningún
pue-blo logra una verdadera paz si tiene un pasado pendiente. Los olvidadores
también lo saben (¿quién puede no sa-berlo?) pero no les importa mucho, porque
en el fondo no les importa la paz.
1987
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