sábado, 25 de septiembre de 2010

Ernesto Sábato

Soy extremadamente irregular para el trabajo, y pasan periodos muy largos en que todo me parece abominable y dejo de escribir. Por otra parte, soy muy destructivo y casi todo lo que realizo lo tiro al canasto y en ocasiones lo quemo. ¿Planes? Sí, muchos, que luego se van alterando a medida que la ficción avanza, forzado por la vida propia que toman los personajes, siempre imprevisibles, al menos para mí. Corrijo mucho, y hay textos que han tenido hasta seis o siete o diez redacciones. Pero hay que tener cuidado con el exceso de corrección porque se puede dañar el material que surge desde la inconsciencia. También hay que tener cuidado (estoy hablando de ficciones) con el famoso "estilo". Julien Green, en su Journal, dice, con razón, que a menudo le agradeceríamos a Flaubert un estilo más suelto, más vivo, no esa joyería de epítetos que exhibe en ciertos relatos. No así en Madame Bovary, que es menos "literaria" y por eso mismo permanecerá cuando muchos de sus escritos nadie los lea. Cierta irregularidad, cierta rudeza está unida a la fuerza, y la fuerza es decisiva en novelistas como Dostoievski y Cervantes. Ambos, claro, acusados, por críticos que ahora nadie recuerda, de "escribir mal". Pero si genios como Dostoievski y Cervantes escriben mal, ¿qué será escribir bien?.
(fragmento de nota tomada del sitio El Túnel, correspondiente a la encuesta de escritores argentinos realizada en 1982 por el Centro Editor de América Latina).

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